La diversidad lingüística de México es tan vasta como su geografía y sus culturales. Entre las expresiones más significativas de esa riqueza se encuentra la Lengua de Señas Mexicana, LSM, reconocida oficialmente en 2005 por las leyes mexicanas como una lengua nacional. Sin embargo, a pesar de este reconocimiento jurídico, su visibilidad y enseñanza continúan siendo un desafío pendiente. Hablar de la LSM no es solo hablar de un medio alternativo de comunicación: es hablar de identidad, de derechos humanos y de dignidad.
De acuerdo con cifras del INEGI, en México hay 2.3 millones de personas con alguna discapacidad auditiva, por lo que el acceso a la LSM se convierte en acceso a la educación, al empleo, a la justicia, a la cultura y al ejercicio pleno de la ciudadanía. Quien aprende esta lengua abre la posibilidad de tender puentes que no solo comunican palabras, sino que reconocen y validan la existencia del otro.
Una lengua más que un idioma
La LSM es una lengua viva, con su propia gramática, sintaxis y riqueza expresiva. Desmonta la idea errónea de que se trata de “mímica” o gestos improvisados: es un sistema lingüístico completo, capaz de transmitir conceptos abstractos, narrar historias complejas y expresar emociones profundas.
Cada seña está cargada de significado cultural. Al aprenderla, no solo se adquiere un medio de comunicación, sino también un acercamiento a la cosmovisión de la comunidad sorda mexicana. Es reconocerse en una cultura que ha resistido el silencio impuesto por la exclusión y que ha encontrado en el movimiento de las manos la voz de su libertad.
Aprender LSM implica derribar barreras comunicativas, pero también culturales y emocionales. Significa entender que la inclusión no se reduce a políticas públicas, sino que se materializa en la interacción diaria: en el saludo, en la enseñanza, en el servicio, en la atención médica, en la amistad y en la vida en común.
El derecho a la comunicación
La comunicación es un derecho humano básico. Negar la posibilidad de acceder a ella es negar la participación social. Por ello, el reconocimiento de la LSM en la Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas y en la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad constituye un avance fundamental.
Sin embargo, la legislación, aunque importante, no basta por sí sola. En la práctica cotidiana, miles de personas sordas enfrentan todavía entornos donde no existen intérpretes, donde los docentes no dominan la LSM, donde los hospitales carecen de personal capacitado y donde la sociedad desconoce incluso la existencia de este idioma.
Promover la enseñanza de la LSM es, entonces, más que un acto educativo: es una obligación ética. Aprender esta lengua equivale a abrir las puertas de la ciudadanía plena, permitiendo que quienes han sido históricamente marginados participen con igualdad de condiciones en la vida social, cultural y política.
El papel de la Universidad Anáhuac Puebla
La Universidad Anáhuac Puebla, fiel a su misión humanista, ha decidido dar un paso decisivo al ofrecer el Diplomado en Lengua de Señas Mexicana. Este programa es una respuesta académica a una necesidad social urgente y es también una apuesta por la transformación cultural.
El diplomado está dirigido a docentes, profesionales de la salud, trabajadores sociales, estudiantes universitarios, servidores públicos y a cualquier persona interesada en convertirse en agente de inclusión. Su propósito es claro: formar hombres y mujeres capaces de comunicarse en LSM y con ello, derribar las barreras que mantienen en silencio a miles de personas.
Este diplomado es una contribución al compromiso ético y social de la universidad. Porque aprender LSM no significa solo adquirir una nueva habilidad: significa participar activamente en la construcción de un México donde nadie quede excluido por su forma de comunicarse.
Testimonio y emotividad
Para comprender lo que significa la inclusión, basta escuchar —o, mejor dicho, observar— el testimonio de personas sordas que, por primera vez, fueron atendidas en su lengua. Sus rostros se iluminan al contar cómo pudieron preguntar, responder y convivir con compañeros sin depender de intermediarios. Muchas historias como ésta, nos recuerdan que aprender LSM transforma vidas. Y no solo la vida de las personas sordas, sino también la de quienes deciden dar el paso hacia la inclusión.