De acuerdo con las cifras presentadas por el Instituto Nacional de las Mujeres (2019), entre las 5.5 millones de mujeres adolescentes (de 15 a 19 años), la edad promedio de su primera relación sexual fue de 17.5 años, y el 17.9% se reportó como sexualmente activas.
Por otra parte, el 60.4% usó algún método anticonceptivo en su primera relación sexual. El 36.4% no lo usó porque no tenía planeado tener relaciones sexuales, el 17.3% desconocía cómo usarlo o dónde adquirirlo y el 16% expresó que deseaba embarazarse.
Cabe señalar que al momento en que se realizó la entrevista el 3.3% de las adolescentes se encontraban embarazadas, y casi la mitad de ellas (46.2%) expresó que deseaba esperar o no quería embarazarse.
Si bien el embarazo en adolescentes responde a distintas causas, las cifras anteriores son reflejo de la necesidad de una educación sexual integral que les permita tomar decisiones con libertad, es decir, con pleno conocimiento de las cosas. En tal sentido, es indispensable que la formación tenga en el centro a la persona, digna en sí misma y constituida por varias dimensiones (biológica, afectiva, intelectual, social y espiritual), que le dan un carácter complejo y trascendente.
Por ello, la educación sexual integral debe procurarse desde la infancia, ya que debemos entenderla como educación afectiva (A. Delbosco, comunicación personal, 6 de mayo de 2020), la cual tiene como fin último vivir en y para el amor, de manera que desde niños sean capaces de reconocer su valor (dignidad), respetarse y buscar su bien, para así buscar el bien de los demás.
Brindar una educación sexual integral implica contribuir en el desarrollo de conocimientos y adquisición de herramientas que permitan una sana convivencia en cualquier tipo de relación (amistad, noviazgo, matrimonio, familia), para lo cual es indispensable que tanto mujeres y varones conozcan su naturaleza como seres humanos, su cuerpo y su funcionamiento, sus emociones y el manejo de estas, sus capacidades (razón, voluntad, libertad) y el potencial de ejercerlas; así como las consecuencias de consumir información y/o sustancias nocivas, hacer mal uso de las redes sociales, desproteger la intimidad y basar las relaciones en los deseos (disfrazados de amor y de seguridad).
En tanto sea posible lograr que los adolescentes encuentren valor y sentido a los dones y capacidades con los que fueron creados, podrán también encontrarlo en el cuidado de sí mismos y de los demás, en la espera (para no adelantar procesos propios de otras etapas y circunstancias), y en la auténtica donación. Siendo así será posible que los adolescentes y jóvenes busquen relaciones basadas en el amor (y no en el placer), y por lo tanto se reduzca el número de embarazos en adolescentes, pues si bien es cierto que biológicamente están preparados para ser padres, aún no cuentan con la madurez para enfrentar los retos que implica la paternidad. (D. Lambert, comunicación personal, 5 de junio de 2020). No basta aceptar la llegada de un hijo, es necesario amarlo.
Trabajar a favor del desarrollo integral de la persona representa un gran desafío para los padres de familia; sin embargo, profesores, orientadores y quienes colaboramos en instituciones educativas, estamos llamados a contribuir en la educación sexual integral. Cabe señalar que la Universidad Anáhuac Puebla, preocupada por brindar una formación de calidad que permita dar respuesta a este y otros retos que impactan al desarrollo de la persona en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelve (familiar, escolar, laboral, etc.), ofrece la Especialidad en Temas de Actualidad de la Mujer, de manera que los participantes adquieran las competencias para generar propuestas que promuevan la equidad y desarrollo.
Referencias
Instituto Nacional de las Mujeres. (2019). Madres Adolescentes. 7 de septiembre de 2020, de Instituto Nacional de las Mujeres. Sitio web: http://estadistica.inmujeres.gob.mx/formas/tarjetas/Madres_adolescentes.pdf
Coordinadora de Posgrados y Educación Continua de la Escuela de Humanidades de la Universidad Anáhuac Puebla y Practitioner del Creighton Model System