Trastornos Mentales En Niños y Adolescentes: La Necesidad De Transformar Los Entornos Educativos
27 de noviembre, 2023
Los trastornos mentales representan una seria amenaza para el desarrollo y bienestar de nuestras comunidades. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que la depresión es una de las principales causas de incapacidad y el suicidio es la cuarta causa principal de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años de edad.
En Diversos estudios señalan que derivado de la pandemia de COVID-19, los trastornos depresivos crecieron un 28%, alcanzando a 246 millones de personas y los trastornos de ansiedad se incrementaron un 25%, alcanzando a 374 millones de personas alrededor del mundo respectivamente.
El panorama es aún más serio en el caso de México si consideramos la escasez de datos confiables y sistemáticos que nos permitan evaluar la gravedad del problema y si a ello sumamos los episodios de violencia crecientes de niños y jóvenes que derivan en casos tan estremecedores y preocupantes como la muerte de menores a manos de sus propios compañeros como sucedió recientemente en el Estado de México.
En este contexto, cobra importancia un reciente estudio publicado en el Journal of Pediatrics, que sugiere que uno de los factores importantes que contribuyen al aumento en los desordenes de salud mental es la falta de oportunidades de niños y adolescentes para jugar y participar en actividades autodirigidas, con independencia del control y la excesiva vigilancia por parte de los adultos. Para un buen desarrollo, los niños y adolescentes necesitan incrementar sus oportunidades para realizar actividades por sí mismos, incluyendo el juego autodirigido y realizar contribuciones significativas a la familia y a la vida de la comunidad. Es fundamental que sientan y se les enseñe a manejar efectivamente la vida real y no únicamente el mundo escolar. A este respecto, uno de los factores que contribuyen a la escasez de tiempo dedicado al juego y a la actividad independiente, es el tiempo cada vez más creciente que los niños y adolescentes pasan en la escuela y sobre todo la creciente carga de tareas.
Si consideramos lo anterior, es imperativo reflexionar acerca de la actuación de la escuela como entorno que promueve o no la salud mental. Permitir que niños y jóvenes participen en juegos y actividades autodirigidas no significa abandonarlos o dejarlos sin supervisión, pero el control, la vigilancia excesiva y al mismo tiempo la sobreprotección en la que incurren muchos padres y maestros al no enfrentarlos a las problemáticas del mundo real de acuerdo a su edad o hacerlos partícipes de la vida en comunidad; está impidiendo que los niños y adolescentes desarrollen su creatividad, su responsabilidad, su inteligencia, su capacidad de tolerar la frustración y desarrollar resiliencia, empatía, que se sientan corresponsables de su comunidad y desarrollen un propósito o sentido de vida.
La OMS apunta precisamente como una de las vías de transformación hacia una mejor salud mental, la reorganización de las características físicas, sociales y económicas de los diferentes entornos, entre ellos las escuelas. Ante este panorama la pregunta es ¿estamos dispuestos a transformar las escuelas para generar entornos que promuevan la salud mental?, además de los elementos de reorganización señalados, es evidente que el currículo y el trabajo académico deben transformarse también, pero ¿de qué modo y cuáles son los recursos que se necesitan?
Es evidente que la transformación de los entornos educativos no puede esperar ni puede hacerse únicamente a partir de las directrices gubernamentales, cada director y directora escolar están llamados al liderazgo entendido como la movilización y desarrollo de sus equipos escolares ante una tarea monumental que debe comenzar con la reflexión ¿qué espacios se necesitan en las escuelas para permitir la actividad lúdica creativa?, ¿qué materiales y equipos?, ¿cómo involucrar a los niños y adolescentes con la comunidad y viceversa?, ¿qué formación precisan los maestros y qué acompañamiento?, los maestros no pueden solos. ¿Cómo involucrar a los padres de familia y a la comunidad?El desarrollo del liderazgo implica precisamente la movilización y el desarrollo de los equipos, de las personas en general, la confianza en sus talentos, el acompañamiento, la escucha, la capacidad de tomar decisiones y resolver problemas en conjunto con otros. ¿Cómo se preparan maestros y directores para enfrentar los retos? Necesitamos seguir formando en un liderazgo de acción positiva que ya no se entienda como protagonismos individuales sino como actuación armonizada de los grupos para resolver problemas.
Referencias
https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(21)02143-7/fulltext
Dra. Maribel Castañeda Muñoz
Coordinadora del Doctorado en Liderazgo y Dirección de Instituciones de Educación Superior